Nos vemos en la obligación de escribir este artículo para poner en conocimiento de la gente lo que nosotras ignorábamos cuando visitamos a las Padaung, más conocidas como mujeres jirafa o de cuello largo. Las visitamos en Tailandia en Chiang Mai y unos años más tarde nos las encontramos en Myanmar, y digo encontramos porque no pensábamos verlas, y allí estaban en la puerta de uno de los templos de Bagan y en el Lago Inle.
Publicamos unas fotos en facebook y recibimos la crítica de una persona con respecto a este tema. Inmediatamente nos pusimos a buscar información sobre esta etnia.

Forman parte de la tribu Kayan, Karen, una de las minorías étnicas de Birmania, que, como consecuencia de la guerra, (unas 140.000 personas de distintas minorías étnicas birmanas) se vieron obligadas a huir a Tailandia.
Desde 1990 los refugiados birmanos se han establecido en nueve campos en el norte tailandés. Aunque para los kayan la desgracia del exilio fue menor por la acogida que recibieron.
Dispusieron de una aldea y de educación para los niños, lo que no se esperaban es que iba a ser a cambio de algo. El Gobierno tailandés pensó en explotar su imagen para el beneficio del turismo.
En el estado tailandés de Mao Hong Son, fronterizo con Birmania, hay tres aldeas que acogen a los refugiados de la etnia de los kayan que han cruzado la frontera.

Ban Mai Nai Soi, una pequeña aldea de unas 25 cabañas de bambú, se abrió al público en 1995 y recibe a unos 10.000 turistas al año, cada uno paga seis euros, vamos, una mina de oro. Una pequeña parte se la llevan las mujeres, además de un sueldo de unos 40 euros por llevar los aros, y también saca tajada el Partido Nacional Progresista Karenni, que lucha por la causa. 

Es una vida en esclavitud. No pueden quitarse los aros aunque quieran. No se los sacan para dormir (lo hacen con dos almohadas) ni para dar a luz.

A la edad de cinco años se empiezan a colocar a las niñas los primeros aros de latón, se les irán añadiendo más a medida que vayan creciendo. Éstos irán presionando poco a poco la clavícula hacia abajo y la cavidad de las costillas, haciendo que parezca que tienen el cuello más largo.

 

El récord está en 27 (pesaba unos 9 kg y estiraba el cuello unos 10 cm.), y de media los aros que llevan en piernas y brazos pesan unos 8 kilos.

Estas mujeres elaboran bellísimas telas de colores muy animadas, con telar o bordando con punto minúsculo, telas que utilizan para confeccionar gorros, carteras, monederos u otros elementos.

El Gobierno birmano trató de hacer desaparecer esta costumbre, intentando cambiar la imagen de país poco desarrollado. Por ello, muchas mujeres rompieron la tradición, pero viendo que los turistas en los últimos años van buscando a las famosas mujeres de cuello de jirafa y que es un negocio rentable no han permitido que se pierda la tradición. La ONU pide a los turistas que no vayan a verlas.

 Se dice que el collar se colocaba a las mujeres para evitar que los tigres las matasen (estos animales se tiran al cuello de sus víctimas) cuando los hombres las dejaban solas y no podían defenderlas.

Esta teoría no es aceptada en Tailandia porque los tigres no discriminan por género en sus ataque y los hombres de esa tribu no llevaron nunca aros.
Otra teoría dice que con ese elemento alrededor del cuello se afeaba a las mujeres y así se evitaba que fuesen esclavizadas por otras tribus.
Ninguna de estas teorías es confirmada.

 

Creednos que nos dejó mal cuerpo el haber estado allí como si nada, nosotras teníamos entendido que estaban orgullosas de su cultura y con esta «información» nos quedamos más anchas que largas.
Aquí os dejamos la cruda realidad de estas mujeres esclavas.

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