Al sur de Marruecos, entre la ciudad de Ouarzazate y el desierto de Merzouga, donde acabaríamos el día, se hallan dos valles que discurren por el Atlas y que nos ofrecen dos maravillas de la naturaleza: la garganta del Dadés y del Todra, cada una de ellas con su propia personalidad y belleza.
Primero nos dirigimos hacia la garganta del Dadés por la R704, que circula paralela al río que da nombre a la garganta. Lo primero que llama nuestra atención es el hecho de que no haya palmeras, como ocurre con el resto de valles del sur de Marruecos. También nos llama la atención el número de kasbah que encontramos en el camino, intentando camuflarse en las montañas, aunque a nuestros ojos no pasaron desapercibidas. Nada más pasar Boumalne Dadés nos topamos con esta kasbah, una de las muchas que puedes encontrar dentro de las ruta de las mil kasbahs que atraviesa el Atlas.
Algunas de las kasbah que nos encontramos en el camino habían sido abandonadas.
A unos 20km de Boulmane Dadés comienzan a aparecer unas rocas de arenisca roja cuya erosión ha creado unas formas muy curiosas, a las que se las conoce como “los dedos del mono” y que pueden superar los 200 metros de altura.
Esta zona es frecuentada por senderistas ya que existen varias rutas para disfrutar de la garganta caminando junto al río.
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Garganta del Dadés
Unos 30 km después, alcanzamos la cima del valle, desde donde se puede observar la famosa imagen de la carretera serpenteante junto a la garganta del río y que conecta con el valle de Msemrir.
Las vistas desde este punto son espectaculares, el aire que se respira es limpio, y la tranquilidad pasmosa. Todo esto crea una armonía que hace que cueste despedirse de este lugar.
No nos quedo otro remedio que abandonar este remanso de paz, aún teníamos 96 km hasta llegar a la segunda garganta del día, la del Todra, y para ello deshacemos el camino hasta Boumalne Dadés donde cogemos la N10 en dirección Tinerhir.
En Tinerhir la parada es obligatoria. Esta impresionante kasbah que forma parte de la ruta de las mil kasbahs bien merece que se la dedique un rato. No es tan espectacular como Ait Ben Haddou, pero casi. Observarla desde el mirador de la carretera es algo que no hay que dejar de hacer, al igual que pasear por sus callejuelas.
Teníamos que continuar con la ruta, y en Tinerhir nos desviarnos por la R703 hacia la garganta del Todra.
Garganta del Todra
Unos 15 km tras dejar Tinerhir llegamos a la garganta por la parte sur, por donde entran la mayoría de los turistas. Allí te estará esperando un hombre para indicarte dónde aparcar el coche a cambio de unas monedas. La verdad es que no hay demasiado sitio y no te quedará otro remedio que pagarle, aunque observamos que los autobuses se adentraban en la garganta y aparcaban al final de ésta. Si tu intención es dar solamente un paseo por la garganta, el coche se puede dejar ahí porque no le perderás ojo en ningún momento y evitarás a los «aparca coches» que también querrán hacer de guías.
Nos adentramos en la garganta, que tiene una distancia de unos 18 km y se va ensanchando desde su entrada hasta su tramo final, donde desaparece. Al iniciar el recorrido encontramos las paredes más altas alcanzando casi los 300 metros de altura, con una separación de 15 metros de ancho en su punto más estrecho.
Estas paredes son famosas para practicar escalada debido a la pureza y calidad de su roca, que tienen una adherencia excepcional. También es posible hacer alguna ruta de senderismo por el entorno.
Este lugar ha servido para el rodaje de bastantes peliculas como escenario natural, siendo una de las más famosas la de la «Momia».
Deshacemos el camino hasta Tinerhir para dirigirnos a Merzouga. Cogemos la N10 durante 22km, donde nos desviamos por la R113, que a priori parece una carretera secundaria, pero está en perfecto estado. Cuando acaba esta carretera seguimos por la N12 hasta Risani donde hacemos el último tramos por la N13 hasta llegar a Merzouga donde pasaríamos la noche para adentrarnos en el desierto de Erg Chebbi al día siguiente.
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