Después de pasar tres días alucinantes en Etosha, dejamos el parque y cogemos la B8 para adentrarnos en la franja del Caprivi, un estrecho saliente en la parte más oriental del país. Mide unos 450km de longitud y hace frontera con Botswana al sur, y Angola y Zambia al norte. La región forma parte de la cuenca del río Okawango.

Día 1 (426 km)

Tras varios días relajadas en Etosha a lo que a kilómetros se refiere, hoy nos espera todo lo contrario, una buena kilometrada.

Esta franja tiene una larga carretera en la que a ambos lados van apareciendo pequeños y humildes poblados con chozas de paja, madera y adobe. Es la zona más poblada y pobre del país. La gran mayoría de la población negra vive en el norte a consecuencia de los desplazamientos sufridos en conflictos con los alemanes. Aquí se hacen patentes las diferencias entre las clases sociales, esto no tiene nada que ver con lo que veníamos viendo en el sur del país.

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Teníamos ganas de llegar a esta zona de Namibia para hacer lo que más nos gusta cuando viajamos, tener una toma de contacto con la gente y jugar con los niños. Paramos en un poblado donde nos llaman la atención unas preciosas tallas de madera colocadas en fila a orillas de la carretera para su venta. No se ve a nadie pero no hemos quitado la llave del contacto cuando un regimiento de chavales vienen a nuestro encuentro. El calor es horroroso, pero a ellos parece no importarles. Las increíbles tallas pasan a segundo plano, comenzamos a hablar con los niños, a cantar canciones e incluso a bailar con ellos.

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Cuando estamos en plena fiesta aparece la madre de uno de ellos, que resulta ser la mujer del hombre que talla todas aquellas maravillas, y la preguntamos por el precio de algunas de ellas. No podemos resistirnos a comprar un elefante precioso. Recordamos que aún llevamos en el coche harina, aceite y azúcar que habíamos comprado para entregar a los Himba en la vista a su poblado pero como no llegamos a realizarla, aún lo llevábamos con nosotras. Esto nos alegra porque aquella gente lo necesita bastante más que aquella «tribu» y su agradecimiento es inmensamente más grande del que hubiera sido por parte de los Himba.

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Llegamos a Rundu, después de andar unos kilómetros por un camino de tierra llegamos a nuestro lodge, el Nkwazi Lodge, donde después de muchos días vamos a dormir en una cama como Dios manda.

Nuestro bungalow está a escasos metros del río Okawango, que hace de frontera entre Namibia y Angola. Desde la habitación vemos y oímos el gran ambiente angoleño que hay en la otra orilla, mujeres lavando la ropa, niños jugando y hombres bañándose.

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Nos morimos de sed, así que decidimos continuar disfrutando de aquel jolgorio desde el bar, tomándonos una Savanna bien fresquita, esa bebida parecida a la sidra a la que nos hemos enganchado.

Apenas hemos pedido nuestro refrigerio cuando la camarera nos informa de que está a punto de salir una barquita para dar un paseo por el Okawango (150 NAD/per), para ver la actividad de sus orillas y acabar disfrutando de la puesta de sol. Nos parece un buen plan, así que nos apuntamos.

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Mientras vemos cómo las mujeres se bañan separadas de los hombres, el guía nos cuenta que allí mismo, donde la gente pasa el río andando, en épocas de lluvias hay hipopótamos y cocodrilos, mientras que en los meses de sequía emigran corriente arriba donde el agua es más abundante.

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La barca amarra en la orilla de Angola, allí nos están esperando una docena de adolescentes para darnos la bienvenida con una canción mientras descendemos de la barca para pisar «ilegalmente» tierras angoleñas. Pasada una media hora subimos de nuevo a la barca para ver la puesta del sol desde el río, impresionante como no podía ser de otra manera, estamos en África.

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Llegamos caninas al lodge, nos dirigimos directamente al acogedor y tranquilo comedor sin pasar por la habitación. Nos recibe el personal con un trato exquisito, casi tanto como la cena. Hay varios platos para elegir, pero ¿Por qué elegir si se pueden probar todos? Así lo hacemos, todo está buenísimo, hasta el momento es la mejor cena del viaje.

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Con el estómago más que lleno nos lanzamos en las gigantescas camas de la habitación, al poco tiempo se pone a llover como si no hubiera mañana. La suerte está de nuestra parte, para una vez que llueve nos pilla bajo techo.

Día 2 (210 km)

Después de pasar la noche en nuestra acogedora habitación y darnos una buena ducha, nos vamos a desayunar. El desayuno es de escándalo pero habíamos cenado tanto la noche anterior que apenas comemos unos huevos fritos con bacon y salchichas, zumo y yogur. Ahora ya estamos preparadas para continuar el viaje.

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Nos ponemos en marcha continuando por la B8 hasta llegar a Divundu. Aquí nos desviamos por la C48 para llegar a las Popa Falls (No liarse con Epupa falls). No llegamos a entrar porque apenas hay agua, así que seguimos la ruta hacia la reserva del Mahango. En esta reserva, de 30.000 hectáreas, se pueden divisar todo tipo de animales y según habíamos leído, la mejor hora para verlos es al amanecer, así que decidimos buscar alojamiento en las cercanías para tenerlo más fácil al día siguiente.

Nos alojamos a orillas del río Okawango, en el Mahangu Safari Lodge (120NAD/per). Acompañamos al dueño a hacer un pequeño tour por el camping, nos presenta el bar que es muy chulo, un mirador en lo alto de una torre desde el cual se ve gran parte del río, la piscina y el camping donde nos da a elegir entre dos parcelas distanciadas entre sí, pero con algo en común, un cartel clavado en un árbol que dice:

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Le preguntamos que si esos carteles son broma y nos dice que no, ¡En ese momento nuestras caras deben ser un poema!. Lo único que hay entre el agua y la tienda son un par de metros de espesos matorrales. Nos fijamos si están aplastados, señal de que realmente suben animales por allí,  pero no, todo está en orden. Elegimos la parcela en la que hay varios árboles y colocando el coche estratégicamente podemos evitar que entren hipopótamos hasta la tienda. Con respecto a los cocodrilos, rezaremos para que esta noche no tengan ganas de pasear.

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A pesar de todo este trajín dormimos a pierna suelta.

Día 3 (387 km)

Al día siguiente decidimos no llegar a la reserva del Mahango porque no estamos seguras de poder hacer todo el recorrido con nuestro coche, así que deshacemos el camino por la C48 hasta llegar a la B8 rumbo a la frontera con Botswana.

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