Día 1 (255 km)

Salimos de Kasane con dirección a Nata por la A33 con intención de dormir allí. Teníamos que hacer una noche en el camino antes de llegar a Maun ya que no podíamos atravesar el Parque Nacional Chobe con el coche, es necesario 4×4. El día se presentaba aburrido, la presencia de algún animal nos hizo más ameno el trayecto.Delta del Okavango

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Mientras conducíamos pensamos que quizá era mejor quedarnos en un lodge llamado Elephant Sands (90 BWP/per), que estaba 50 km antes de llegar a Nata y del cual habíamos leído que tenía una charca en la que era fácil ver elefantes, así que allí nos dirigíamos cuando en el camino sufrimos un percance, ¡¡¡nos multaron!!! nunca pensé que nos podía pasar esto en medio de la sabana africana, de hecho, nos ha parecido algo tan surrealista que lo hemos dedicado un post: Crónica de una multa en Botswana.

Cuando llegamos al lodge sobre las 13 h. había siete elefantes bebiendo agua en la charca. A pesar de caer fuego, estuvimos durante cuatro horas observándolos y mientras tanto nos hidratábamos a base de Savannas (bebida a la que nos enganchamos), podíamos verlos desde la sombra pero queríamos estar lo más cerca posible de ellos.

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Nuestras tripas hacían tanto ruido que nos daba miedo espantar a aquella manada de paquidermos, así que quitamos la vista para prepararnos algo parecido a un bocadillo y cuando levantamos la cabeza la manada había crecido notablemente.

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Era un ir y venir de elefantes impresionante pero el momento estrella fue cuando se juntaron ¡treinta elefantes!. Se nos puso el bello de punta, no fuimos capaces de articular palabra hasta pasadas cinco horas cuando dijimos… es hora de ir a dormir. La verdad es que nos costó mucho retirarnos de aquella charca en la que la actividad nunca acababa.

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De camino a la tienda, nuestras pisadas crujían, el suelo estaba lleno de bichos de todas clases y tamaños, era difícil, por no decir imposible, no pisar ninguno, pero esto no era lo más sorprendente que nos pasaría esta noche.

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Estábamos dormidas cuando unas respiraciones muy fuertes nos despiertan, no podemos resistirnos a averiguar de qué animal se trataba y abrimos la cremallera de la tienda con mucho sigilo. Perplejas nos quedamos al comprobar que la manada de elefantes que habíamos dejado en al charla estaba alrededor de nuestra tienda (los camping no están vallados), sentimos una mezcla de miedo y emoción ante aquel desfile que apenas duró una hora. Con la duda de si volverían intentamos dormir y apenas tardamos unos minutos en conseguirlo. Esta experiencia jamás se nos olvidará.

Día 2 (355 km)

Seguíamos flipadas por la experiencia de la noche anterior pero esto era un sin parar. Al abrir la cremallera de la tienda vimos que en la charca ya había unos cuantos elefantes, aunque en esta ocasión un simpático tucán llamó nuestra atención.

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Disfrutamos de las vistas a la charca y de sus visitantes mientras desayunamos antes de, con mucha pena, poner rumbo a Maun.

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Desde Nata hay varios tramos de carretera en la que la velocidad está limitada a 80km/h y a 60km/h, esto hace que el trayecto se haga un poco pesado. En el tramo que marca 60 km/h nos hemos vuelto a encontrar con otro «radar», pero esta vez no nos hemos dejado «cazar».

Llegamos a Maun y, como siempre, lo primero que hacemos es ponernos a buscar alojamiento. Visitamos varios camping y a la vez que preguntamos precios por dormir también lo hicimos por el paseo en mokoro y por sobrevolar el Delta del Okavango, así tendríamos referencias de precios. Al final nos decidimos por el camping del hotel Sedia Riverside (70 BWP/per/noche), donde pasaríamos las tres siguientes noches.

El precio más barato que nos dieron para el paseo en mokoro fue de 705 BWP/per, cantidad desorbitada que no estábamos dispuestas a pagar, así que al día siguiente iríamos en busca de agencias a ver si sonaba la flauta y conseguíamos precios más baratos. Mientras tanto pasaríamos la tarde a remojo en la piscina y daríamos un paseito por el pueblo cuando el sol bajase.

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Día 3  (66 km)

Nada más desayunar cogimos el coche para ir en busca de agencias en Maun. Entramos en varias para preguntar por el vuelo escénico. Los precios varían bastante entre una agencia y otra, pero lo que sí que tienen en común es que el precio es por avioneta, así que nos ponemos en busca de gente para compartir una, no obstante, dejamos nuestro número de teléfono por si alguien va en las mismas condiciones que nosotras.

Con la esperanza de recibir llamada nos ponemos manos a la obra con el tema del mokoro. Los precios que nos dan son exagerados pero por casualidad entramos en Okavango Kopano Mokoro Community Trust (calle Mophane, en una esquinita entre una agencia oficial de Botswana y la oficina de Helicopter Horizons), donde nos piden 68 BWP/per/entrada al parque + 200 BWP el poler para las dos. Nos extrañamos de esta diferencia de precio, ¡de 1410 BWP que nos pedían por dos personas a 336 BWP! y no podemos evitar preguntar de nuevo el precio por si lo hemos entendido mal. Nos confirman el precio y nos explican que en esta agencia no hay intermediarios y el dinero que pagamos va directamente a la comunidad local.

La única pega era que teníamos que llegar en nuestro coche hasta el punto de partida y aquellos caminos no aparecían en el GPS. Un chico que estaba sentado en la agencia se ofreció a acompañarnos, le dijimos que nuestro coche no era 4×4 y que quizá no podíamos llegar hasta el embarcadero, pero dijo que no había ningún problema y allí nos fuimos con él. Hacemos unos 8 km por carretera asfaltada y 20 km más por tierras y prados donde no hay definido un camino. Es imposible llegar al embarcadero sin la compañía de un local.

Llegamos a una aldea muy humilde donde nos estaba esperando nuestro poler (persona que maneja el mokoro). Nos dijo que teníamos que estar de vuelta antes de las 16:30h ya que los animales a la caída del sol se desperezaban y estaban más activos, por lo tanto nuestro paseo por el Delta del Okavango duraría unas cuatro horas.

Nada más adentrarnos en el delta nos topamos con tres hipopótamos aletargados, pasamos a 15 metros escasos de ellos, imponen muchísimo respeto y por qué no decirlo, nos provocaron algo de tensión. Saber que es el animal que más muertes causa no es para tomárselo a chunga.

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Nuestro paseo no había hecho más que empezar. Nuestro poler quería hacernos aprender en cuatro horas todo lo referente al Delta del Okavango, seguramente lo que a él le había llevado toda la vida. Estaba siempre muy atento, no se le escapaba un detalle y nos contaba todo lo que sabía con respecto a cada planta, ave y lo que se pusiera en nuestro camino.

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Después de hora y media de paseo llegamos a una gran isla donde desembarcamos, estuvimos andando un buen rato por ella en busca de animales, no tuvimos mucha suerte, pero el hombre se resistía a marcharse sin que viésemos ningún animal. Le dijimos que llevábamos dos semanas viendo animales, que no se preocupara, pero su afán no cesaba. El tiempo se nos echaba encima, aún teníamos otra hora y media de vuelta y si lo de la actividad de los animales era cierto teníamos que volver ya.

El mokoro estaba haciendo mella en nuestras espaldas, antes de comenzar nos preguntaron que si queríamos asientos por algo de dinero extra, les dijimos que no, que queríamos autenticidad, pero al final lo echamos de menos.

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Divisamos tierra a la vez que a los mismos tres hipopótamos que nos habían visto pasar antes pero la cosa era muy distinta ahora. Los grandes herbívoros estaban inquietos, se movían ágilmente por el agua. Nuestro poler remaba sigiloso para no llamar su atención pero, de repente, los tres animales cesaron su actividad para clavar su miradas en nosotros. Nuestros corazones se aceleraron, casi tanto que podíamos oírlos, incluso me atrevería a decir que el de nuestro poler también. En un segundo uno de los animales se sumergió en el agua y desapareció. ¡¡Oh my God!!! Nos preguntábamos por qué nuestro poler no remaba. Unos segundos después (los más largos de nuestra vida) el buen hombre comenzó a remar y conseguimos llegar a la orilla.

Antes de regresar a Maun estuvimos un rato por aquella aldea a la que pertenecía nuestro acompañante, jugamos con los niños, visitamos alguna casa y charlamos con los aldeanos.

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Ya en Maun comprobamos que ninguna agencia se había puesto en contacto con nosotras para hacer el vuelo escénico. Nos negábamos a irnos sin sobrevolar el delta del Okavango, así que lo intentaríamos de nuevo al día siguiente.

Día 4 (30 km)

Hoy el día amanece nublado, cosa que agradecemos porque el calor es exagerado. Desayunamos y ponemos rumbo al pueblo para buscar a gente con quien compartir avioneta para abaratar el precio. Decidimos probar suerte de nuevo en las oficinas del mismo aeropuerto y en la primera que entramos Kavango Air ¡¡¡Voilà!!!, allí había dos hombres suizos con ganas de compartir avioneta. Nos pusimos todos contentos, volaríamos por un precio asequible (950 BWP/per/1 hora). Nos dieron a elegir entre varias horas para volar y nos decantamos por las 15h. Como eran las 10h de la mañana nos fuimos al hotel para estar a la sombra, el único sitio en el que se podía estar, eso o dentro de la piscina.

A las 14.30h llegamos a la agencia, allí estaban ya los dos hombres, tenían tantas ganas de volar como nosotras.

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Hechos los trámites aeroportuarios nos trasladan en una furgoneta hasta nuestra avioneta, o ¿debería llamarlo lata de sardinas con alas? Nos encajamos como piezas de tetris y en poco minutos estábamos volando.

El Delta del Okavango estaba a nuestros pies, las vistas eran magníficas. Pudimos divisar manadas de jirafas, elefantes, cebras, hipopótamos, gacelas y otros animales que no conseguíamos distinguir desde ahí arriba. Es todo un lujo poder disfrutar de aquel espectáculo a vista de pájaro.

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Llegó un momento en el que el calor dentro de la avioneta se hizo insoportable. Ésto, junto con la inestabilidad del aparato, nos revolvió el estómago los últimos diez minutos del vuelo. Una Savanna y un baño en la piscina nos devolvió el aliento, bueno, el aliento y el apetito. Repletitas nos fuimos a dormir, mañana continuaríamos nuestro camino a Ghanzi.

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