Después de un aterrizaje complicado a causa del viento llegamos a la isla de la eterna primavera. No debe ser tan eterna cuando los termómetros marcaban 8ºC, y eso en nuestro pueblo es frío, y eso que somos de Burgos. Por lo que se veía el viento y la lluvia nos acompañarían por unos días, pero bueno, qué le íbamos a hacer?, al mal tiempo buena cara.
Día 1
Nuestra primera visita a la isla se la dedicamos a la playa más turística de la ciudad de Santa Cruz, la playa de las Teresitas, situada en el barrio pesquero de San Andrés. La transformaron allá por los años 70 cubriendo la arena negra volcánica por arena traída del desierto del Sáhara para ampliar su extensión.
Sigue lloviendo, pero la temperatura es buena para dos chicarronas del norte como nosotras. Aparcamos el coche al lado del auditorio, el segundo emblema de la isla, el primero ni que decir tiene que es el Teide, que por cierto aún no lo hemos visto ni de refilón, ya que las nubes nos lo impiden.
Caminamos bajo la lluvia y llegamos hasta el mercado de nuestra Señora de África, también conocido como La Recova, su estilo arquitectónico neo-colonial le da un toque de distinción y elegancia. En su interior hay puestos con una gran variedad de especias y frutas que nos recuerdan a Marruecos, esto no es de extrañar ya que geográficamente hablando podemos decir que nos encontramos en África.
Aún lloviendo, pasear por las calles de estilo colonial de Santa Cruz, es algo que no hay que dejar de hacer.
Iglesia Matriz de la Concepción
La Plaza de España es la plaza más amplia del archipiélago.
Dejamos Santa Cruz para conocer un imprescindible de Tenerife, San Cristóbal de La Laguna, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 por ser ejemplo único de ciudad colonial no amurallada. Esta ciudad universitaria conserva el estilo arquitectónico más puro de la cultura canaria. Si te dejasen por sorpresa en la calle de la Carrera o de Herradores, o incluso enfrente de la Catedral de San Cristóbal (neo-gótica en su cuerpo principal y neo-clásica en la fachada) y te preguntasen dónde crees que te encuentras, seguramente dirías el nombre de alguna ciudad latinoamericana.
Para tener una buena panorámica de la Laguna se puede subir a la torre de la iglesia de nuestra Señora de la Concepción.
Día 2
Ponemos rumbo hasta casi el final de la cara norte de la isla, donde se encuentra Garachico. Este pueblo hasta el siglo XVIII fue el principal puerto de Tenerife. En 1706, la erupción del volcán de Arenas Negras lo sepultó bajo la lava, pero sus habitantes lo hicieron renacer de las cenizas. Y como no hay mal que por bien no venga, la lava creó unas piscinas naturales ideales para bañarse. Nosotras tendríamos que probarlas en otra ocasión, el tiempo no daba tregua.
Al ladito de las piscina naturales se encuentra el Castillo de San Miguel, es una torre defensiva que fue construida entre 1575 y 1577 para proteger Garachico de posibles ataques piratas.
Y que mejor lugar para saciar nuestro hambre que en un guachinche, nosotras nos dejamos aconsejar por los isleños y acabamos en el guachinche de «Los Gómez». ¿Quereis saber lo que es un Guachinche y nuestra experiencia gastronómica en él? Pinchad aquí.
Día 3
El tiempo continúa trastocando nuestros planes pero no anulandonoslos. Subimos al mirador de Jardina en el parque rural de Anaga, la niebla nos da 30 segundos de tregua para poder disfrutar de estas estupendas vistas.
Llegamos al centro de visitantes, ubicado en la Cruz del Carmen, desde donde comenzamos a hacer una pequeña ruta por el mágico parque rural de Anaga.
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Día 4
Hoy por fin el cielo está de un azul intenso. Pero el principal reclamo de la isla sigue cerrado y seguirá así durante días. Hacía 17 años que no nevaba tanto, y llevaría bastante tiempo limpiar los accesos, así que nos vamos haciendo a la idea de que no visitaremos en volcán en esta ocasión, y como los días anteriores recurrimos al plan B, y el plan era nada mas y nada menos que hacer el descenso del barranco de Masca.
Nos ponemos en marca hacia el barranco, pero no podemos dejar de parar en el mirador para observar el acantilado de Los Gigantes, uno de los tesoros naturales de santiago del Teide. Nace al borde del mar y tiene una altura de vértigo, alcanza los 600 metros.Desde este mirador también se puede llegar a ver la isla de la Gomera si el día está despejado.
En el noroeste de la isla, en el interior del macizo de Teno, se encuentra el barranco de Masca. Nosotros queríamos hacer el descenso, empezando en el caserío de Masca hasta llegar al mar. Para esto dejamos los coches aparcados en el puerto de Los Gigantes, donde habíamos quedado con Isra y Noelia, allí compramos los tickets para volver por el mar hasta el puerto una vez acabada la ruta.
Ya con los tickets en mano, cogimos un taxi hasta Masca, donde comenzamos el descenso.
El taxista, un tío enrollado nos paró en un mirador de camino a Masca donde por fin pudimos ver el Teide.
Es uno de los barrancos más importantes del parque, tanto por su valores paisajísticos como por su calidad biológica.
El descenso requiere de unas 3 horas a través de lugares que pueden entrañar vértigo, dificultad de paso y peligro de desprendimientos pero a nosotros nos supuso 5 horas por el exceso de agua, ya que los tres días anteriores estuvo lloviendo con mucha intensidad.
Sin apenas fuerzas hicimos una parada en Los Cristianos, menos mal que aparcamos cerca del paseo marítimo porque no podíamos con las piernas.
Llegamos justo a tiempo para ver una bonita puesta de sol con banda sonora incluida, el ruido de nuestras tripas. Apenas habíamos comido unas galletas y unas almendras durante el descenso, así que nuestro hambre era voraz. Eso y que ya era hora de cenar.
Nos habían recomendado el bar El Cine, está un poco escondidillo en una callejón pero si se pregunta por él, todo el mundo lo conoce. Tenemos que decir que se come de «cine» y a muy buen precio.
Ya con la barriga llena nos vamos para casa con muchas ganas de descansar. Mañana será otro día.
Día 5
Hacía mucho tiempo que no teníamos estas agujetas, nuestros andares eran de risa, todo lo que hacíamos nos suponía un sobre esfuerzo, pero era nuestro último día en la isla y había que aprovecharlo. Lo primero que hicimos, al igual que el día anterior, fue informarnos sobre el estado de las carreteras para subir al Teide, nos resistíamos a irnos sin verlo, pero… nuestro gozo en un pozo, no se podía subir, así que tendremos que volver a la isla.
Sinceramente ya nos lo temíamos, por eso teníamos reserva para visitar la cueva del viento a las 12:30h.
Nos ponemos en marcha hacia a Icod de los vinos, un pueblecito a los pies del Teide, sería lo más cerca que estuviéramos del volcán.
Salimos con tiempo hacia Icod así que realizamos varias paradas antes de llegar para contemplar el Teide desde varios puntos, la maravillosa costa y el drago milenario.
En la actualidad es el más grande y longevo que se conoce en el mundo de su especie, se estima que puede tener entre 800 y 1.000 años. Mide unos 18 metros de altura y tienen un perímetro en la base de tronco de veinte metros . Se estima que en años de buena floración puede llegar a producir hasta mil quinientos ramos de flores.
Ya en Icod de los Vinos, a los pies del Teide, se encuentra el centro de visiantes de la Cueva del viento, donde comienza la ruta a uno de los mayores tubos volcánicos del mundo. Nuestra visita a la cueva.
Finalizada la visita a la cueva nos dirigimos a La Laguna. Después de pasear por sus calles coloniales nos pegamos una cenita típica donde no podía faltar las papas arrugás con sus mojos.
Nuestro avión salia por la mañana y no tardamos mucho en recogernos.
Al final nos vamos con un sabor agridulce de la isla al no poder subir al Teide, pero volveremos.
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