Día 7 – Lalibela – Dessie

Nos levantamos a las 5:30 de la mañana para ir a las iglesias a ver a los monjes ortodoxos en la oración matutina. Cogimos nuestras linternas y nosotras además un pañuelo para cubrirnos la cabeza (que al final no nos hizo falta) y salimos del hotel. No había ni una sola luz, podíamos intuir por el ruido de las pisadas que para alguien más a parte de nosotros había comenzado el día.
Caminamos hasta Bet Maryam, allí nos recibieron con una sonrisa y enseguida nos concedieron un sitio en su pequeña asamblea, nos pusieron un bastón en las manos como el que llevan los sacerdotes y dio comienzo el ritual a la luz de unas velas.
Las mujeres se quedaban en otra parte de la sala, sólo podían oir detrás de unas cortinas que las impedían ver el ritual. A nosotras no nos pusieron ninguna pega por formar parte de aquello que nos parecía un lujo, un ritual ortodoxo dentro de las iglesias de Lalibela siendo los únicos turistas.
Al acabar la celebración las mujeres pasaban de una en una y el sacerdote las daba con fuerza en sus espaldas dobladas con una gran cruz, con este gesto se supone que las limpiaban de sus pecados (no vimos hacer esto con ningún hombre, por lo que se ve, no pecan).
Estuvimos hasta el final, nos despedimos de los sacerdotes devolviéndoles sus bastones a la vez que les dábamos las gracias.

Nos pusimos en marcha de vuelta a la capital. Teníamos 700 km por delante pero haríamos noche en Dessie (Lalibela-Dessie 300km). El día prometía ser aburrido, llevábamos varias horas de coche cuando de repente, en medio de la nada, vemos una gran multitud. Preguntamos al chofer qué era todo aquel gentío y nos dijo que era un funeral de alguien importante, porque iban vestidos con sus mejores galas.

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Paramos y dejamos al chofer orillado en la carretera. Nosotros pasamos a formar parte de aquel tumulto de gente que no sabíamos de dónde venían ni a dónde iban.
Enseguida comenzó a correrse la voz de que había cuatro blancos formando parte de la procesión. Tardamos minutos en quitar el protagonismo al difunto. ¡¡¡La verdad es que fue impresionante!!!.

Todo el mundo quería acercarse a nosotros, las mujeres nos tocaban. Nosotras podíamos formar parte de los rituales a los que sólo estaba permitido que lo hiciesen los hombres: bailar y colocarnos a dos metros del difunto cuando a las mujeres se lo tienen prohibido.

Una experiencia que nunca olvidaremos. Duró tres horas cuando sólo bajamos a echar un vistazo.

Cuando volvimos al coche pensamos que el conductor nos echaría la bronca, pero qué va!, estaba sumido en un sueño profundo que creemos le hizo perder la noción del tiempo.
Pusimos marcha a Dessie, no nos iba a quedar otro remedio que conducir de noche, cosa que recomiendan no hacer en Etiopía.

Por fin llegamos a Dessie, era tarde y estábamos cansados, teníamos ganas de estirarnos sobre una cama después de tanto tiempo en el coche. Buscamos alojamiento, no recordamos el nombre o quizá no tenía.

Día 8 –  Addis Abeba

Nos levantamos temprano. Teníamos 400km por delante para llegar a Addis, sería otro día largo y aburrido. Cuando llevábamos dos horas de camino pasamos por un pequeño pueblo donde había mercado y preguntamos al chófer si podíamos bajar. Nos dijo que sí pero que cuidado con las fotos porque eran musulmanes y podíamos molestarles.

El chófer se equivocó, la gente era superamable e incluso posaban para las fotos. Repartimos unos juguetes a los niños y esto hizo que tuviésemos nuestro propio club de fans.
Cada vez nos seguían más niños que se dirigían a nosotros llamándonos «faranji», la palabra con la que llaman ellos a los blancos, a lo cual, tú respondes «habisat», que quiere decir negro.

Llegamos a Addis Abeba. Nuestra ruta por el norte había acabado. Nos despedimos de nuestro chofer dandole una propinilla (400 birr), se había portado bien.
Esta noche nos alojamos en el Baro Hotel (115 birr. hab. doble).

Mañana comenzaría lo más deseado de este viaje, la ruta por el sur, que nos llevará a conocer las tribus del valle del Omo.

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