DÍA 13

Mi primer pensamiento al despertar fue cómo habrían pasado la noche aquellas mujeres hammer por el dolor de sus espaldas.
Desayunamos unos huevos fritos y nos pusimos en marcha para ver a los Karo.

TRIBU KARO

Llegar al territorio de los Karo no nos resultó fácil. 75 km. desde Turmi por pistas sin caminos marcados, excesivamente arenosas, llenas de estepas y unos rascacielos enormes (3m. de altura) para sus habitantes, los termiteros.

 Llegamos al poblado Karo y como en todos los demás poblados lo primero que hacen es cobrarnos (550 birr 4 personas entrada al parque y guía).
Como cada día el calor era insoportable, nos sentamos debajo de la sombra de una árbol para poder contemplar aquel paisaje.
El pueblo está al borde de una meseta que cae, casi en vertical, al meandro del río Omo, rodeado de un enorme bosque verde que la vista no llega a alcanzar.

No tuvieron paciencia, fueron ellos los que salieron a nuestro encuentro.

 Cada tribu tenía su propio estilo. Los hombres Karo se pintan el cuerpo con distintas formas geométricas. Las mujeres se adornan la cabeza con flores, plantas e incluso con mazorcas de maíz.

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 La mayoría de ellos, incluso los niños, llevaban un palo clavado entre el labio inferior y la barbilla.

 Parecía que ponían empeño en que nos acercásemos a su aldea, por supuesto, nosotros accedimos y en ese preciso momento comenzaron a pedirnos que les hiciéramos fotos por el módico precio de 2 birr a cada persona adulta y 1 birr a cada niño.

Esta etnia de apenas mil personas se dedican a la agricultura, pesca, recolección de miel y cría de cabras y ovejas.

Los hombres se adornan pintando sus cuerpos con una pasta blanca preparada con tiza y agua.

Sus chozas están hechas de madera y paja

Podéis leer más en nuestra experiencia con los Karo.

MERCADO DE DIMEKA

 Hoy martes había mercado en Dimeka. En este mercado también se reunían varias tribus.

 Seguíamos sin entender por qué extraña razón necesitábamos un tipo que hacía de guía (50 birr/per.) cada vez que visitábamos un mercado. Nos ponían la excusa de que nos podían robar, que hacían de intérprete con la gente, bla, bla, bla.

Nos dió la sensación de que aquí había más variedad de productos que en el mercado de Turmi.

Había gallinas, huevos, plátanos y muchos productos que no sabíamos lo que eran.

JINKA

 Tras pasear un buen rato por el mercado, nos ponemos rumbo a Jinka.
Después de indagar en varios alojamientos optamos por quedarnos en el Hotel Goh (288 birr, hab. doble) donde pernoctaríamos dos noches.
Dejamos las mochilas y fuimos a buscar un sitio donde cenar. Lo hicimos cerca de allí. Nos enseñaron la carta y se nos pusieron los ojos como platos cuando leímos filete de ternera.
Jorge, sin dudarlo, se pidió uno y… cuál fue su sorpresa cuando nos lo traen a la mesa y resulta ser una cosa carbonizada dura como una piedra. Lo golpeamos contra el borde de la mesa, no perdió su forma en ningún momento. Jorge se tuvo que pedir «lo único» que se puede comer en este país, injira. La verdad es que gracias a aquel filete que nunca olvidaremos nos echamos muchas muchas risas.No había mucho por allí, por no haber, no había ni luz así que nos fuimos al hotel a descansar, mañana nos esperaba un plato fuerte, la visita a los mursi.

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