La práctica se originó entre las bailarinas de clase alta de la corte en la Dinastía Song (937–975), en el siglo X, pero se propagó convirtiéndose en una práctica común en la clase alta y rica de China. Las clases más bajas no lo practicaban puesto que impedía a las mujeres trabajar.
El vendado de pies se volvió muy popular al considerarlo los hombres muy atractivo. Aún hoy en la ciudad china de Cantón hay familias que se enorgullecen de tener ancestros con “pies de loto”. En la misma Cantón, a finales del siglo XIX, se volvió una práctica común vendar los pies de la mayor de las hijas de una familia de clase baja con el propósito de convertirla en una dama para conseguir un matrimonio ventajoso económicamente. A las hijas menores no se les vendaban los pies para que puedieran trabajar en el campo, como amas de casa y criar a su hijos. Se asumía que las hermanas mayores, convertidas en damas gracias al pie de loto, nunca necesitarían trabajar, eran un símbolo de belleza que se volvió requisito para encontrar esposo, como también una oportunidad para mujeres pobres de casarse por dinero, mejorando su estatus social.
Se consideraba una práctica bárbara, pues el vendado provocaba discapacidades de por vida. Aún así, la costumbre persistió en las zonas rurales hasta que en 1949 fue definitivamente prohibida por el nuevo gobierno comunista de Mao. Se estima que más de mil millones de mujeres chinas tuvieron sus pies vendados desde el siglo X hasta mediados del siglo XX.

 

 El largo ideal de un pie vendado era de siete centímetros.

Estar casado con una mujer con «pies de loto» era signo de prestigio para un hombre, ya que esto quería decir que era lo suficientemente adinerado y se podía permitir el lujo de mantener a su mujer.

La forma de caminar con pies de loto requería doblar las rodillas para mantener el equilibrio, este particular movimiento era considerado de gran refinamiento.

 

El vendado de pies se practicó de diferentes maneras. Algunos grupos practicaban el vendaje flojo, que no rompía los huesos del arco ni los dedos, sino simplemente volvía más angosto el pie.

En 1874, sesenta mujeres cristianas en Xiamen organizaron un movimiento para poner fin a la práctica del vendado de pies.
El proceso empezaba antes de que el arco del pie de las niñas tuviese la oportunidad de desarrollarse plenamente. El vendado comenzaba entre los 2 y los 5 años, y se prolongaba durante años. Solía iniciarse en los meses de invierno ya que los pies estarían entumecidos por el frío y el dolor no sería tan horroroso.
Los pies se sumergían en una mezcla caliente de hierbas y sangre animal, esto se hacía con la intención de ablandar el pie para ayudar al vendado que también se sumergía en la misma mezcla de hierbas y sangre. Para permitir que el tamaño del pie se redujese, los dedos de cada pie eran doblados y presionados con fuerza contra la planta del pie hasta lograr romperlos, por eso las uñas se cortaban al ras para impedir que provocaran infecciones.
Los dedos rotos eran mantenidos apretados contra la planta del pie mientras éste era estirado hacia abajo, formando línea recta con el resto de la pierna. El arco se rompía a la fuerza. Las vendas eran atadas en forma de ocho, empezando en el interior del pie en la zona del empeine, pasando sobre los dedos, luego bajo el pie y alrededor del talón.

 

Cada vuelta de la venda se apretaba cada vez más estrechando el empeine y el talón entre sí. Esto provocaba que el pie roto se doblase en el arco y los dedos quedasen bajo ese doblez.
Cada vez que el pie era desvendado debía lavarse meticulosamente, cortar las uñas, curar las heridas en caso de que las hubiera y masajear para hacer que las articulaciones y los huesos se volvieran más flexibles.
Este ritual era practicado para los ricos al menos una vez al día por los ricos, para clases más modestas 2 o 3 veces a la semana. Eran las mujeres mayores o una profesional quien llevaba a cabo el inicial quebrado de huesos y vendado, ya que si lo hiciera la madre podría sentir culpa por el sufrimiento de su hija y ajustaría menos los vendajes.
El problema más común era la infección provocado por las uñas. Por esta razón, las uñas de las niñas eran extraídas en su totalidad. Lo apretado del vendaje impedía la circulación y por tanto, cualquier herida tenía pocas expectativas de curación. Esto causaba infecciones y necrosis.
La pérdida de dedos se consideraba beneficioso porque de esta manera el pie quedaría aún más pequeño. A las niñas cuyos dedos eran más carnosos a veces les ponían pedazos de vidrio o de tejas  entre los dedos para producir un corte. La herida se infectaba, por lo que podía producirse la muerte por shock séptico.

 

Este orgullo se reflejaba en las elegantemente bordadas pantuflas de seda que las mujeres usaban para cubrir sus pies deformados..

Las mujeres adultas tenían más probabilidad de quebrarse las caderas y otros huesos debido a caídas, pues su caminar era inestable y les costaba ponerse de pie desde una posición sentada.
Los pies vendados fueron considerados intensamente eróticos en la cultura china. Algunos maridos preferían no ver nunca desnudos los pies de loto de su esposa porque sabían que estéticamente eran feos y preferían sólo seguir imaginando ademas de evitar el mal olor que desprendían.

 

Esta practica limitaba la movilidad y esto impedía a la mujer tomar parte en la vida política y social. Las volvían dependientes de sus familias, particularmente de sus esposos. Se convertían en un apreciado símbolo de castidad y propiedad del hombre ya que la mujer quedaba restringida a su hogar y no podía aventurarse lejos sin escolta o la ayuda de sirvientes.

Los zapatos de loto tienen forma de cono e intentan representar el capullo del loto. Delicadamente construidos con algodón o seda, eran lo suficientemente pequeños para caber en la palma de la mano.  Algunos diseños solo cabían en la punta del pie, dando la sensación de que eran aún más pequeños. Aún quedan ejemplares de zapatos de loto en los museos y colecciones privadas.

 

Se dice que el emperador Li Yu de la dinastía Tang (618–907), tenía en palacio una cortesana muy bella que destacaba en el arte del baile. Li Yu le pidió que moldeara una flor de loto de oro de seis pies de alto (1,828 m.), adornada con joyas y perlas y ordenó a la cortesana que vendase sus pies, para que adoptasen la curvatura de la luna nueva, y bailase sobre la gran flor de loto. Al hacerlo, el emperador se enamoró locamente de ella y todas las mujeres del palacio quisieron imitarla. Con la dinastía Song (960–1279) se generalizó de tal manera que las mujeres sentían vergüenza de sus pies grandes.

Algunos hombres mojaban los pies vendados en una tetera con el objetivo de saborear mejor el té; otros utilizaban los botines como vasos para tomar licor, e incluso, durante la dinastía Ming se llegó a fabricar botines de porcelana destinados a beber alcohol.
Algunos letrados japoneses que estudiaron la práctica desde un punto de vista fisiológico establecieron que las mujeres con los pies vendados tenían la vagina más estrecha debido al esfuerzo muscular que tenían que hacer al andar, lo que se traducía en un aumento del placer de los hombres en el coito.

Artículos relacionados:

http://vipavies-cp178.wordpresstemporal.com/?p=261 http://vipavies-cp178.wordpresstemporal.com/?p=260
Compártelo!